Lenguaje corporal: la expresión sigilosa que nos descifra

Lenguaje corporal: la expresión sigilosa que nos descifra

lenguaje corporal
Shutterstock / David Tadevosian

Fátima Servián Franco, Universidad Internacional de Valencia

Hubo un tiempo en el que los humanos solo nos comunicábamos mediante lenguaje no verbal. ¿Por qué este tipo de comunicación puede ser más fiable que la verbal? ¿Cuándo podríamos esgrimir el lenguaje no verbal para mejorar nuestra seguridad y calidad de vida? ¿Qué se esconde detrás de este?

El lenguaje corporal es un tipo de comunicación no-verbal donde se utilizan gestos que transmiten información a otra persona. Avanzar y mejorar en su interpretación puede ayudar a los sistemas de seguridad, a nivel terciario en los tratamientos psicológicos y en el sistema judicial.

La expresión y postura corporal son factores a tener en cuenta en el tratamiento del trastorno por estrés postraumático (TPET). Las expresiones faciales y movimientos han sido determinantes en los trabajos del FBI. Concretamente en las investigaciones del exagente de esta agencia experto en lenguaje corporal Joe Navarro.

En algunos aeropuertos, como el internacional de Miami, todos los empleados reciben formación en lenguaje corporal por las diversas amenazas inherentes a sus puestos de trabajo.

¿Por qué gesticulamos con las manos al hablar por teléfono si el interlocutor no nos ve?
Shutterstock / M_Agency

Expresiones faciales y microexpresiones

Desde hace 40 años, todos los movimientos que pueden generar nuestros músculos faciales han sido estudiados por un sistema de Codificación Facial. Este sistema denomina los movimientos faciales humanos por su apariencia en el rostro. Se trata de un estándar común que clasifica sistemáticamente la expresión física de emociones. Esta ha demostrado ser útil para la Psicología.

En nuestra cara, existen 43 músculos diferentes que pueden llegar a formar más de 10.000 expresiones. Todo el mundo sabe qué significa una sonrisa o una mueca, pero otras muchas se nos escapan.

Solo leyendo una cara podemos adivinar si alguien está contento, enfadado o asqueado. Estas expresiones faciales están programadas en el cerebro y son comunes a todos los seres humanos del planeta.

Las microexpresiones, a diferencia de las expresiones faciales comunes, son muy difíciles de esconder. Se trata de movimientos faciales rápidos, involuntarios y no controlados por la persona de acuerdo con las emociones que estas sienten.

Se producen como manifestación de una emoción y son de vital importancia: nos permiten saber qué está sintiendo la persona con la que nos estamos relacionando. Sobre todo, en el marco del terrorismo, de las investigaciones criminales, en zonas de control de aeropuertos y en situaciones arriesgadas.

Historia evolutiva de la expresión corporal

La historia evolutiva de nuestros antepasados, hace 100.000 años, y su supervivencia tiene mucho que decir en lo innato y universal del lenguaje corporal. En los albores de la humanidad solo existían los comportamientos no verbales, y vivir o morir dependía de su lectura.

Nuestro cuerpo emite señales que se entienden sin expresar nada verbalmente y es un proceso inmediato y automático. Por ejemplo, nuestro rostro comunica el miedo involuntariamente y esto tiene unas razones específicas.

La expresión corporal del miedo nos permite expandir el pecho y aspirar más oxígeno, preparando el cuerpo para luchar o huir. Los ojos se agrandan, aumentando el campo visual y permitiéndonos ver más cosas. Al contrario, cuando estamos enfadados, fruncimos el entrecejo, estrechando y acotando el campo visual para restringir a nuestro objetivo.

Nuestros comportamientos no verbales están inmersos en nuestra historia evolutiva para ayudar a comunicar nuestras necesidades inmóviles más básicas en relación con la supervivencia.

Enfado.

¿El cuerpo no miente?

Según la Dra. Lilian Glass, experta en comunicación y analista del comportamiento, el cuerpo no miente, a menos que seamos un especialista en ello. Y de esos, constata, hay muy pocos. Ciertas emociones están vinculadas con determinadas expresiones corporales y esto es así también a la inversa, porque es un mecanismo innato. Expresamos corporalmente lo que sentimos.

El sistema límbico está formado por varias estructuras cerebrales que regulan las respuestas fisiológicas frente a determinados estímulos. Se desarrolló evolutivamente para reaccionar cuando estamos en peligro o cuando vemos una amenaza.

Los estados emocionales tienen su principal base neurológica en este sistema. Se compara a nuestro sistema límbico con un software que funciona por defecto y, nos guste o no, afecta a la forma en que movemos el cuerpo.

Sistema límbico.

¿Pueden ser los pies más expresivos que el rostro?

Según Joe Navarro, exagente del FBI y experto en lenguaje corporal, podemos fingir una sonrisa movidos por las convicciones sociales, pero los movimientos de los pies no están sujetos a estas convicciones. Por eso son tan interesantes en la detección de la verdadera intención de los demás.

Así mismo, gesticulamos con las manos cuando hablamos por teléfono sin que el receptor pueda vernos porque este movimiento nos ayuda a pensar. Para verbalizar un pensamiento, mover las manos, gesticular, nos ayuda a formar los pensamientos con los que nos queremos expresar. No es solo un gesto comunicativo, no son solo señales para las personas que lo están viendo, también nos ayuda a nosotros mismos a pensar.

Nuestros gestos no son solo comunicativos, son la forma en la que estamos programados y el cuerpo expresa lo que ocurre en la mente. Nuestro cerebro hace entrar en juego una serie de componentes fisiológicos, cognitivos y del comportamiento expresivo de la cara y del cuerpo. Todos ellos hacen que expresemos una postura corporal u otra, dependiendo de nuestra emoción.

Verbalmente podemos camuflar una emoción. Sin embargo, corporalmente es mucho más difícil no expresar lo que sentimos.The Conversation

Fátima Servián Franco, Psicóloga General Sanitaria. Directora del Centro de Psicología RNCR y PDI en la Universidad Internacional de Valencia, Universidad Internacional de Valencia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.