Somos el tiempo que nos queda

Somos el tiempo que nos queda

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Fernando Díez Ruiz, Universidad de Deusto

Este verso con el que José Manuel Caballero Bonald tituló su poesía completa enmarca con claridad las siguientes líneas.

De todas las cosas que poseemos, la más valiosa es, sin duda alguna, el tiempo. De hecho, es el mayor regalo que se le puede hacer una persona.

“Puedes pedirme cualquier cosa que quieras, excepto tiempo” (Napoleón).

¿Existiría el tiempo si no existiéramos nosotros? Aristóteles decía que si no hay nadie capaz de contar, nada puede ser contado. Somos los protagonistas de nuestro tiempo, los actores principales, un tiempo que solo podemos aspirar a medir mientras transcurre. No es solamente observado, es también ocupado.

“¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé. Pero si tuviese que explicárselo a alguien no sabría cómo hacerlo” (San Agustín).

San Agustín llegó a la conclusión de que el tiempo es una propiedad de la mente. De hecho, el tiempo no existe más allá de la percepción que tengamos de él. Es el cerebro el que nos da una percepción del tiempo, no el tiempo en sí mismo.

Diferentes percepciones

Cada hora es la misma para el reloj, pero a su vez es diferente para nosotros. Una puede ser corta y otra puede ser larga. Cuando estamos ocupados, concentrados, el tiempo transcurre más rápidamente. En otras ocasiones el tiempo se nos hace eterno. Por lo tanto, el tiempo tiene claramente una dimensión subjetiva. Depende del interés que tengamos en la tarea, si es de nuestro agrado, de la complejidad, si supone un reto o una carga, etc.

Una constante general en las personas es la gestión del propio tiempo. Da la sensación de que se nos escapa, no lo controlamos. Nos falta tiempo para hacer todo lo que queremos. ¿Podemos mejorar esto? Y si es así, ¿qué tenemos que hacer?

La postergación

Lo primero es ser conscientes de una realidad y es que todos tenemos el mismo tiempo. Cuando experimentamos la sensación de que no llegamos, estamos a tope y necesitamos más tiempo, la realidad es que el tiempo es el que es, no lo podemos acortar ni alargar. Se nos puede hacer más largo o más corto, pero es una percepción nuestra. Lo que sí podemos hacer es decidir mejor en qué cosas invertimos el tiempo.

¿Por qué finalizamos algunas tareas y no otras? Por una razón muy simple. El ser humano tiene tendencia a anteponer ciertas actividades y dejar otras para después, algo que fácilmente se convierte en nunca. Esto nos conduce a la postergación, que consiste en dejar las cosas para más tarde. Se puede evitar siguiendo algunas normas básicas:

  • Minimizar la dificultad de la tarea dividiéndola en partes asequibles.
  • Dedicar 15 minutos a la tarea (al final siempre le dedicará más tiempo).
  • Anunciar sus planes a los que le rodean (ejercerá presión sobre usted).
  • Modificar su entorno.
  • Planificar el día y establecer prioridades, etc.

Recuerde: posponer separa a los que tienen éxito del resto. De hecho, las personas que consiguen lo que quieren dicen que lo más duro es empezar.

No podemos cambiar el tiempo, es el que es, pero sí nuestras prioridades. ¿Cómo nos tenemos que organizar? Podríamos resumir con esta frase: Primero haga lo que debe y luego lo que quiere.

Dedique su tiempo a lo prioritario, evite las pérdidas de tiempo. ¿Y qué es una pérdida de tiempo? Hacer algo que es menos importante que otra cosa que se pudiera hacer en su lugar.

Recuerde que lo que acaba contando no es lo mucho que ha trabajado, sino lo que ha terminado. De hecho, es el trabajo pendiente, y no el realizado, el que cansa y da origen a muchos cuadros de estrés. Nuestro organismo tiene limitaciones, por lo que no podemos trabajar más allá de un determinado tiempo. Es importante conocerlas y respetarlas.

La prioridad

Los criterios a la hora de realizar una tarea antes que otra son muy sencillos, aunque no siempre los seguimos. Cuando tenemos que atender varias tareas, tenemos tendencia a resolver primero lo más fácil (así lo quitamos antes), lo más corto (nos quita menos tiempo), lo mas cómodo (se nos da mejor y disfrutamos), etc. Solo hay un criterio correcto: dar prioridad a lo más importante.

Es lo importante a lo que tenemos que dedicar tiempo. Si lo dedicamos a otras tareas más apetecibles, urgentes (que pueden hacer otros), con las que disfrutamos más, etc. nos faltará tiempo para lo importante. Y se producirá esa sensación de que no llegamos, no nos da la vida, no tenemos horas suficientes para todo lo que tenemos que hacer.

Lo importante tiene que ser el timón que gobierne el barco de nuestra vida. Dedicar tiempo, no solo al absorbente trabajo, sino a la familia, a los amigos, al ocio es sin duda alguna la opción más razonable. Buscar un equilibrio razonable en nuestra vida, atendiendo a lo importante, evitará que caigamos en una sensación de “no llegar”, de sentirnos estresados y acabar con una sensación de que la vida se nos está escapando.

Aprendamos, pues, a gestionar nuestro tiempo para poder vivir una vida feliz.The Conversation

Fernando Díez Ruiz, Profesor doctor Facultad de Psicología y Educación, Universidad de Deusto

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.