¿Por qué es importante propiciar el liderazgo del personal de enfermería?

Personal de enfermería y otros profesionales sanitarios aplauden ante las puertas del Hospital 12 de Octubre de Madrid durante el confinamiento por covid-19 en abril de 2020.
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Olga López Dicastilo, Universidad Pública de Navarra

Un buen líder consigue que la gente baile. Sí, han leído bien, baile. Los enfermeros y las enfermeras podrían hacernos bailar una buena danza. Pero no entiendan mal, no como en las películas de vaqueros del oeste, en las que el protagonista hace bailar a “los malos” disparando tiros a sus pies. Es un baile sentido, en el que al sonar la música no puedes impedir dejarte llevar por sus notas.

En la educación escolar griega se suele usar un ejemplo para demostrar la fuerza que tiene la música y la danza en las personas. Un ejemplo es muy pertinente cuando se habla de liderazgo. Veámoslo. Un héroe de la Revolución griega (1821-1830), Odysseas Androutsos, de acuerdo a la leyenda, consiguió por medio de la música y el baile que sus compañeros se unieran a su “locura” y frenaran a los turcos en su avance al Peloponeso.

Tras una reunión acalorada con su ejército y otros líderes del momento sobre qué deberían hacer y dónde, Odysseas lo vio claro. Dijo: “Yo me quedo aquí”. Empezó a cantar, se puso a bailar y añadió: “Quien quiera luchar conmigo que se una”. Así, a la manera del baile tradicional griego, cogidos de la mano con su líder a la cabeza, la fila de hombres fue creciendo, todos ellos cantando y bailando, entregados a la causa.

De este ejemplo se pueden extraer tres componentes esenciales para un buen liderazgo: un proyecto claro, la preocupación por las personas y una valiente determinación.

Un proyecto claro

Con respecto al primero, los buenos líderes plantean el proyecto tras analizar la situación y los datos y de identificar qué se quiere o se necesita lograr.

En el ámbito de la salud, el proyecto puede variar si el foco está en la ausencia de enfermedad o si es más ambicioso y se plantea que las personas mantengan o mejoren su salud y bienestar. Al centrarse en este último, el baile –o liderazgo– del personal de enfermería puede ayudar a construir un sistema sanitario y social más fuerte con un mejor empleo de los recursos.

Podrían hacerlo porque la enfermería sitúa a las personas en el centro de actuación y las entienden de manera completa, no centrándose solo en los problemas de salud que presentan. Puede parecer que entender el cuidado de la persona de esta manera resulta más costoso o menos práctico, ya que no se aborda solo la enfermedad sino cómo las personas viven, pero no es así.

En la historia de la enfermería esto ya se ha demostrado anteriormente. Un ejemplo muy conocido lo proporciona una famosa enfermera inglesa, Florence Nightingale. Nightingale evidenció que muchos de los soldados que fallecían en la guerra de Crimea lo hacían no por las heridas y sus consecuencias sino por las malas condiciones de vida que tenían al estar heridos. Es decir, por las infecciones, la mala ventilación, la falta de movilidad y la alimentación inadecuada en los hospitales de campaña.

Nightingale utilizó un diagrama muy visual (diagrama de la rosa o diagrama del área polar) para dar a conocer la situación y trabajar para cambiarla. Su análisis de la situación y su visión global de lo que las personas necesitan fue lo que le permitió identificar qué era necesario hacer.

La contribución de Nightingale no se pudo producir de manera inmediata porque cuando las enfermeras llegaron para ayudar a Crimea en octubre de 1854 no fueron bien recibidas. Fue medio año más tarde, en marzo de 1855 (cuando la situación llegó a ser extremadamente crítica), cuando se les permitió el acceso a los campamentos. Entonces no podían ni imaginar cómo podrían cambiar las cosas.

Como Nightingale en aquel momento, los enfermeros y enfermeras en la actualidad tienen, en general, las puertas cerradas para ejercer su potencial. Por ejemplo, en la planificación y en la toma de decisiones organizativas y políticas a distintos niveles que podrían ayudar a obtener mejores resultados en la salud de la población.

En la pandemia, por ejemplo, este sector del personal de sanidad no ha estado prácticamente presente en la toma de decisiones de las políticas sanitarias. Su trabajo
ha estado casi exclusivamente limitado a la primera línea de atención, sujeto a los vaivenes de las decisiones que “otros” toman y a la agonía de intentar cubrir puestos y llevar a cabo diferentes procedimientos (vacunas, PCRs, test de antígenos, etc.).

Para la “apertura”, en este caso es necesaria la revisión de los sistemas de selección y contratación que no reconocen la preparación de los enfermeros, llevan a los profesionales a vivir en la precariedad de la temporalidad y les impiden acceder a puestos clave en la administración pública.

La preocupación por las personas

Con respecto al segundo componente del liderazgo, la preocupación por las personas, la enfermería históricamente ha mostrado que está a la altura. Para ilustrarlo hablaremos de otra mujer ejemplar en el ámbito de la enfermería, Virginia Henderson.

Ella indicó que “la enfermera es temporalmente la conciencia del inconsciente, el amor de vida para el suicida, la pierna del amputado, los ojos del reciente ciego, el medio de locomoción para el infante y una voz para aquellos demasiado débiles para hablar”. Los enfermeros y las enfermeras conocen a la perfección las necesidades del sistema sanitario y de las personas a las que cuidan. Pueden ser la voz de aquellos a los que no se están escuchando.

En este momento, a la población se le están negando los cuidados que requiere por el deterioro de un sistema de salud, que ha sufrido numerosos recortes y que no se ha engranado bien con el sistema social. Parece que las necesidades del sistema de salud son las protagonistas y que las de las personas no son tan importantes.

Por ejemplo, para “cuidar nuestro sistema de salud tensionado” en los últimos meses, sociedades enteras han tenido que “cuidarse”, “limitarse”, “confinarse”, “medirse”, “autoorganizarse” para cumplir los confinamientos propios y de los más pequeños, mientras veían que los niños y las personas mayores eran muchas veces olvidados.

Las necesidades tanto físicas como mentales de las personas se han visto relegadas a un segundo plano. Se han frenado actividades promotoras de salud y se ha visto comprometido el acceso presencial a los distintos profesionales.

Así nos encontramos con un aumento de patologías que son consecuencia de las medidas adoptadas en la pandemia , más que de la pandemia en sí. Esto se podría haber mejorado teniendo una visión global de las personas y las comunidades.

Reconocer las capacidades de liderazgo de la enfermería llevaría a la ganancia segura porque en el análisis de las situaciones están las personas. Un sistema que viva al margen de esta realidad y se centre solo en los problemas de salud agudos es perverso, ya que no responde a las verdaderas necesidades de aquellos para los que fue diseñado, ignora los contextos en los que estos viven y conlleva que no se aborde lo que verdaderamente promueve o afecta a la salud de las personas.

Una valiente determinación

Finalmente, la determinación valiente del líder es el canto y el baile que hace que muchos se sumen. Nightingale, con los datos y su determinación, lideró el cambio e implantó medidas higiénicas que salvaron muchas vidas en un momento de guerra, pero que no quedaron ahí. A su regreso a Inglaterra, continuó siendo una protagonista central en las reformas del sistema sanitario inglés.

Las enfermeras son una pieza clave para recuperar lo que se ha perdido o dañado con la pandemia: la atención primaria, el cuidado de la salud comunitaria, la atención presencial y la atención a otras necesidades de salud.

Para ello, el personal de enfermería está formado de manera mucho más avanzada que en tiempos de Nightingale o Henderson, con grados bien pensados y con especialidades y postgrados que permiten a los profesionales conocer mejor a las personas y sus contextos.

Esa es la forma en que la enfermería puede liderar: teniendo las ideas claras, sabiendo que gobiernos y sistemas de salud se deben a las personas y siendo la primera que con valentía puede comenzar este canto y su baile. Eso sí, mano a mano con otros profesionales y con la población.

No solo bailando al son que otros tocan, que lleva a dejarse la piel, con la frustración de no entender, compartir o llegar a lo que otros han planificado y que se queda corto comparado con todo lo que la enfermería puede ofrecer.

Es importante que todo el esfuerzo merezca la pena. Porque es cierto que las enfermeras y los enfermeros han estado ahí, pero tienen que dejar de estarlo como ejecutoras y ser líderes del cambio tan necesario en nuestros días. Es el momento de confiar en una profesión históricamente firme y valiente, elevar la voz y danzar a su son.The Conversation

Olga López Dicastilo, Vicedecana del Grado en Enfermería. Facultad de Ciencias de la Salud. Profesora Contratada Doctor. Departamento de Ciencias de la Salud, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.