Las películas cambian su nombre

Durante las conversaciones telefónicas nocturnas, porque es el horario más ajustado a las posibilidades de las amistades residentes a uno y otro lado del “charco”, en cuanto al horario, y el mas apropiado y a justado a las tarifas telefónicas de llamadas internacionales, cada día mas caras.

Conversamos anoche de un tema poco habitual: “El nombre de las películas”, y fue para mi revelador, porque uno de los amigos había trabajado algunos años como traductor en una de las empresas más importantes de Norteamérica vinculada al tema: Hearst Publishers, hoy llamada Hearst Communications, un conglomerado de empresas cuya magnitud y alcance da miedo.

En el mundo norteamericano de la traducción, selección, distribución y venta a nivel mundial de los medios de comunicación, me contaba, sea cine, periódicos, revistas, programas de televisión, etc., así como los intérpretes simultáneos asignados a las figuras políticas y las organizaciones internacionales en cumbres (ONU, OTAN, UE, OEA, etc.) nunca son “gratuitas”, responden a intereses.

A partir de la Guerra Fría, la selección y traducción de todo material de comunicación proveniente de EE. UU. se dividió en dos entidades: la que iría dirigida a España y la de America Latina, con sedes en NY y México. La división no obedecía a un rigor lingüístico, pues tanto a los traductores para España como a los de America Latina, se nos instruía en buscar los giros y expresiones neutrales más difundidas y aceptadas, evitando los regionalismos.

En el caso específico de la prensa escrita, se elegían los artículos y periodistas más conservadores de EE.UU. para la distribución y venta.

En cuanto al cine, para las películas dirigidas al mercado latinoamericano el título y los subtítulos se decidían en las sedes de NY y de México. Las de España iban directamente a ese país, y allí se le sometía a la férrea censura franquista, sin subtítulos, dobladas por actores españoles y con un título diferente al de America Latina, elegido por los censores de la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda. Incluso se cortaban escenas completas.

En conclusión, no es de asombrar que una película se le denomine “On the Waterfront” o “La Ley del Silencio” en un continente y “Nido de ratas” en otro. Hay muchos ejemplos como en “The Sound of Music”, que se conoció en España como “Sonrisas y lágrimas”, y en Hispanoamérica como “La novicia rebelde”. En resumen, no en balde aplicaban esa máxima anglosajona del AKA, Also Known As cuando decidían fijar la denominación de la película.

Jorge A. Capote Abreu