La microbiota intestinal puede ser un arma de doble filo: ¿induce la anemia o la recupera?

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Miguel Soriano Rodríguez, Universidad de Almería; Ana Soriano Lerma, Universidad de Granada; José Antonio García Salcedo, Universidad de Almería, and Mª Inmaculada López Aliaga, Universidad de Granada

La anemia es una de las dolencias más comunes del siglo XXI que afecta a un gran porcentaje de la población mundial. La Organización Mundial de la Salud estima que un 42 % de los niños menores de 5 años y un 40 % de las mujeres embarazadas sufren anemia. Estos son los principales sujetos susceptibles.

Este síndrome puede producir retrasos en el desarrollo cognitivo y motor de los niños y aumentos de la mortalidad materna y perinatal. Existen diversos tipos de anemia que aparecen como consecuencia de multitud de causas o afecciones. La causa más común es la deficiencia de hierro o anemia ferropénica. Esta es la responsable de aproximadamente un 50 % de los casos.

La anemia ferropénica es una afección recurrente. Tiende a extenderse en el tiempo y a presentar recaídas, especialmente debido a las limitaciones que presenta el tratamiento actual, basado en suplementos de hierro. Entre ellas destaca la escasa absorción intestinal del mineral. Así, el remanente de hierro no absorbido provoca efectos adversos como alteraciones digestivas (diarrea, estreñimiento, inflamación intestinal), estrés oxidativo o enfermedad hepática. Esto da lugar a una alta tasa de abandono del tratamiento, normalmente de forma prematura, y desencadena una reaparición de la anemia al poco tiempo.

Los pacientes con anemia ferropénica suelen sufrir alteraciones del sistema digestivo e inmunitario. Esto sucede porque el hierro es necesario para la correcta maduración de los linfocitos. Su déficit puede dar lugar a un transporte de oxígeno insuficiente en todos los órganos, incluyendo el intestino.

¿Puede ser la microbiota la responsable de la anemia?

Entre las causas que pueden producir una deficiencia de hierro, las más frecuentes son una disminución de la ingesta del mineral, así como un aumento de las pérdidas de sangre. Sin embargo, muchos de los pacientes que sufren este tipo de anemia no muestran una disminución aparente de la ingesta de hierro y tampoco hemorragias. De modo que nos preguntamos si puede haber causas adicionales a las comúnmente conocidas que puedan ocasionar una anemia ferropénica.

Con el objetivo de responder esta pregunta, científicos de varias partes del mundo están estudiando cómo las bacterias intestinales pueden modular la absorción de hierro, que tiene lugar en los primeros segmentos del intestino.

El intestino es el lugar del organismo donde se alberga la mayor comunidad de microorganismos. Hay más de 1000 especies de bacterias, además de virus y hongos. Debido a la diversidad de especies, la variabilidad de genes que existen en estos microorganismos excede, en gran medida, nuestra propia variabilidad genética. De hecho, también se usa el término “nuestro segundo genoma” para hablar del microbioma.

Se ha comprobado en modelos animales que en el intestino existen determinadas bacterias que producen compuestos que inhiben la absorción de hierro. Por tanto, estos resultados apuntan a una posible causa de anemia ferropénica derivada de una mala absorción intestinal provocada por la microbiota. Estos datos no han sido todavía corroborados aún en pacientes.

La microbiota al rescate

Por otro lado, también surge la cuestión de cómo reacciona la microbiota intestinal a una anemia ferropénica de origen conocido. Es el caso de la investigación llevada a cabo por científicos de la Universidad de Almería, Granada y el Hospital Universitario Virgen de las Nieves. Para ello, se ha utilizado un modelo animal de anemia ferropénica inducida a través de una dieta deficiente en hierro. Así se ha visto que en este caso la microbiota intestinal tiene un efecto compensador frente a los efectos negativos de la enfermedad.

La composición de la microbiota intestinal se altera como consecuencia de la anemia, especialmente en las partes finales del intestino. Esta alteración trae consigo un aumento en la producción de ácidos grasos de cadena corta. Estos son compuestos de origen bacteriano que poseen efectos beneficiosos sobre la función intestinal. En concreto, favorecen la renovación de las células de la mucosa intestinal. Así se convierten en una fuente de energía para estas y modulan las respuestas inmunitarias intestinales, entre otros efectos.

En el mismo estudio, se han identificado los potenciales productores de estos ácidos grasos de cadena corta, bacterias pertenecientes al género Clostridium. Ciertas especies de este género, como Clostridium difficile, se asocian comúnmente al padecimiento de enfermedades infecciosas como la colitis. Sin embargo, otras especies como Clostridium butyricum son los mayores productores de ácidos grasos de cadena corta en el intestino.

Las investigaciones apuntan a que estos compuestos están llevando a cabo una función de compensación o “rescate” en las células intestinales afectadas por la deficiencia de hierro. En concreto, actualmente se está estudiando su posible implicación en el mantenimiento de la barrera intestinal, que se encuentra afectada en la anemia. Recordemos que su función es evitar el traspaso de sustancias nocivas y microorganismos desde la luz intestinal hacia el torrente sanguíneo.

Estas investigaciones recalcan el papel dual que puede llevar a cabo la microbiota intestinal en un mismo contexto y desde dos perspectivas diferentes: cuando se parte de una anemia ferropénica de origen desconocido o cuando se estudian las consecuencias de una anemia de origen conocido.

En definitiva, todo parece señalar que cuidar la microbiota intestinal y la dieta, como principal factor que la afecta, es esencial tanto para prevenir enfermedades como para favorecer mecanismos de respuesta o adaptación frente a estas.The Conversation

Miguel Soriano Rodríguez, Profesor Titular de Universidad. Departamento de Agronomía, Universidad de Almería; Ana Soriano Lerma, Investigadora predoctoral en ciencias biomédicas, Universidad de Granada; José Antonio García Salcedo, Investigador principal en el area de biomedicina, Universidad de Almería, and Mª Inmaculada López Aliaga, Catedrática de Fisiología. Universidad de Granada (España), Universidad de Granada

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.