La manipulación informativa occidental anti-China contradice la ética periodística

Algunos medios tergiversan la realidad y desconocen los avances del país asiático en múltiples facetas

Desde hace tiempo la prensa occidental parece haber orquestado una guerra informativa contra China, según la agencia Xinhua. Quien se atreva a confrontarla o a intentar mantener posturas medianamente objetivas e imparciales será acusado de estar a sueldo del Gobierno chino o algo peor.

Ya ha habido alguna primera víctima, como la del responsable de la oficina de la Agencia de Noticias EFE de España en Beijing, Javier García, que dice estar decepcionado y harto de seguir «la estela de lo que los medios estadounidenses y el Departamento de Estado de EE. UU. quieren contarnos», y ha decidido abandonar el periodismo. «En pocos días dejaré el periodismo, al menos temporalmente, tras más de 30 años de profesión. La bochornosa guerra informativa contra China se ha llevado buenas dosis de mi ilusión por este oficio, que hasta ahora había sobrevivido a no pocos conflictos y otras lindezas», escribió García en su cuenta de Twitter.

A sus ojos, la manipulación informativa occidental contra China es «flagrante», «con decenas de ejemplos a diario«, y el tan proclamado tótem occidental de «prensa libre» está marcado por «no salir del guión preestablecido» sobre China y «recalcar una y otra vez lo malo que es el ‘comunismo'».

El caso de la región autónoma uygur de Xinjiang, en el noroeste de China, es un ejemplo de la desinformación de los medios occidentales sobre el país asiático. Pese a que la población uygur en Xinjiang ha aumentado desde los 8,34 millones de habitantes en 2000 a más de 11,62 millones en 2020, la prensa occidental no deja de inventar historias de «genocidio», además de lanzar acusaciones infundadas de crímenes contra la humanidad y trabajos forzados.

Cuando el periodista y escritor francés Maxime Vivas, quien visitó Xinjiang «de un extremo a otro», desmintió en su libro las noticias falsas puestas a circular por los medios occidentales, sufrió un alboroto mediático en su contra. «Lo que me critican no es el contenido de mi libro, es haber escrito un libro que no es un libro anti-China», explicó Vivas en su momento.

Avances de China en muchos campos

En esta narrativa anti-China, todo lo que hace el país asiático debe ser por definición negativo. Y si, inesperadamente, China logra algún avance sin precedentes y servir de ejemplo para los países occidentales, la prensa occidental siempre hará la misma pregunta: «pero a qué precio» y buscará lo peor de China. Cuando la economía china crece, cuando invierte en otro país, cuando adelanta proezas ecológicas a través de campañas masivas de reforestación, o cuando logra la meta de eliminar la pobreza absoluta de unos 99 millones de habitantes rurales, a juicio de algunos medios occidentales el precio que debe pagar China es mucho más alto que los logros mismos.

Es una actitud que debe cambiar, no solo porque la manipulación informativa va en contra de la ética periodística, que considera la búsqueda de la verdad como un norte, sino también porque tiende a despertar el odio y la confrontación y llevar al abismo un mundo cada vez más fragmentado.

Por suerte, más gente como García se da cuenta del riesgo y daño devastador de la manipulación tóxica para toda la humanidad y se atreve a declarar una ruptura definitiva con el mal desempeño. El caso del francés Vivas es también ilustrativo. Al enterarse de que «incontables mentiras están siendo difundidas por personas que nunca han estado en Xinjiang», Vivas aún tiene fe en que «la verdad saldrá a la luz» con los esfuerzos de los valientes quienes narran la verdad escondida por algunos medios occidentales.