Gijón: una visita y otra visita

Arriba del cerro, atenta en su fortaleza out of service desde siempre, Santa Catalina domina el “horizonte”, tan “elogiado” por esa escultura que casi peina los vientos según diría su escultor.

Fotos y fotos de la lontananza que se pierde y se mezcla, cielo y mar, en un sábado apaciguado por las temperaturas cálidas del norte.

Gijón desde la altura, quietud que empieza a despertarse, poco a poco, sin prisa y con la calma de esas horas de fiesta y ocio. Alcanzar la “cima de la villa” a través de sus cuestas, levemente empinadas: la orografía del enclave, manda…

Empedrado, comercios locales y mercadillo, bares y cafetines. Momento de descanso para conversaciones. Y silencios que llenan la vista de instantes placenteros. Así, como estamos, la ciudad nos recibe acogedora y nos invita a caminarla y a quedarnos. A vivirla.

Una y otra visita más que no es una más: son muchas y diferentes.  Algo tiene que atrapa y sorprende; quizá sea el recuerdo de aquellas lecciones de geografía que estudiábamos y que la imaginación, tan tramposa siempre, evocaba escenas de industria pesada, altos hornos, humaredas y chimeneas ennegrecidas que emborronaban esos cielos de hace décadas…la conversión industrial. La economía de una centuria no tan lejana.

Mientras paramos en la plaza del Ayuntamiento rodeada de soportales y con puestos callejeros, comercios de proximidad, escuchamos la melodía del himno asturiano.

Puerto deportivo y algunos veleros, que han madrugado, vuelven a su recinto de amarre.

Los bañistas despliegan toallas y todo el aparataje playero. Hay que aprovechar el clima de bonanza que promete este sábado. Del mar a la mesa, publicitaban años atrás: ahí está el edificio de la antigua pescadería, mudo testigo, hoy clausurado, de ese anuncio: tan certero.

Y muy cerca las termas, aprovechando el recodo del espacio y la salubridad de aguas saladas. San Pedro en su iglesia bendice bodas y bautizos: invitados engalanados acuden puntuales a su cita sacramental.

Los yeyés de los setenta dieron paso a los modernos de la movida de Gijón, famosos bajistas y músicos cuya impronta rememoran hoy con nostalgia los del lugar.

Mezclarse con la población autóctona por calles señoriales, nuevos edificios, tiendas en pleno auge, ciudad próspera, más que habitable…No hay prisa y algunas sombras moderan el incipiente calor del día.

Buenos ratos debió pasar antaño Melchor Gaspar de Jovellanos (algún día habrá que hablar de su hermana Josefa), inspirándose para su obra entre rejas, con los sonidos del mar norteño, rival del Mediterráneo.

Pasear y mirar, mirar y pasear: tanto monta, en los bancos de reposo, los chillout y las terrazas que recorren las principales avenidas.

Festivales, certámenes, cine, novela de detectives y policías…una semana muy “negra”, unos días muy fílmicos, horas musicales.

Todo eso y mucho más: un mosaico auténtico y genuino. Una visita…más.

Prª. Drª. Pilar Úcar Ventura