El confinamiento aumentó el estrés, pero ¿también el consumo de cannabis?

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María Cristina Martínez-Fernández, Universidad de León; Cristina Liebana-Presa, Universidad de León; Elena Fernández Martínez, Universidad de León y José Alberto Benítez Andrades, Universidad de León

El cannabis está de moda. Su presencia es cada vez es más frecuente en productos de cuidado personal como cremas o cosmética con efectos calmantes, antioxidantes y relajantes. Quizás esta presencia pueda hacernos pensar que consumirlo no tenga riesgos o incluso sea beneficioso. Pero nada más lejos de la realidad.

El cannabis es la droga ilegal más consumida en nuestro país por los adolescentes. Su principio activo THC se almacena en el cerebro y es difícil de eliminar.

El inicio de consumo de cannabis a edades tempranas es un riesgo para la salud mental y conductual. Sus posibles consecuencias incluyen dificultad para pensar, abandono temprano de los estudios, problemas de memoria o efectos en la salud mental (ansiedad, depresión o trastornos de la personalidad entre otros). También puede provocar alteraciones del ritmo cardíaco, enfermedades bronco-pulmonares, etcétera.

¿Por qué poner el foco en los adolescentes?

La adolescencia es una etapa que va aproximadamente desde los 10 a los 19 años. En ella se producen cambios a nivel biológico, psicológico y social que condicionarán el futuro de los individuos. La familia, hasta este momento eje de referencia, pasa a un segundo plano y los compañeros de clase, los iguales y los amigos se convierten en los modelos a los que seguir.

Esta etapa es de gran importancia para establecer hábitos de vida saludables. Se sientan las bases de una buena alimentación, de rutinas de actividad física beneficiosas para la salud y de consumo responsable.

A los 14,9 años de media aparecen los primeros contactos de riesgo para el consumo de cannabis. Esto es un problema grave porque los efectos y las consecuencias de este consumo son peores cuando los jóvenes tienen menos de 15 años.

Quienes se convierten en consumidores a muy temprana edad siguen consumiendo alcohol y tabaco, y son propensos además a consumir otras drogas ilícitas.

Consecuencias del confinamiento por covid-19

El confinamiento por la covid-19 ha sido un evento traumático masivo para todos los grupos de edad. Los más jóvenes han sido los que peor lo han pasado, afectando gravemente a su calidad de vida.

En la población joven, el colectivo más vulnerable han sido los adolescentes, que han sufrido un incremento del estrés. Otras consecuencias han sido alteraciones a nivel emocional, de comportamiento, problemas como conductas rebeldes, ira y alteración en la regulación de las emociones. Según los últimos datos, el género femenino es el que se ha visto más afectado. Las consecuencias futuras, aún no las sabemos.

Durante periodos de estrés como los vividos durante esta pandemia, sentimos la necesidad de evadirnos para encontrarnos mejor. Y eso no es malo. Pero tenemos que aprender formas de hacerlo que no causen daño a nuestra salud. Podemos pasar tiempo con los nuestros, realizar algún deporte o afición que nos guste. Sin embargo, hay adolescentes que se evaden consumiendo cannabis, y la situación de confinamiento ha sido un pretexto más.

Aunque nadie estaba preparado para lo que nos ha tocado vivir, nuestro organismo cuenta con recursos como la inteligencia emocional que nos pueden ayudar a enfrentarnos a situaciones estresantes e inesperadas. La inteligencia emocional es la capacidad de conocer y comprender nuestras emociones y las de los demás, interpretarlas y saber cómo responder ante ellas. Aquellos adolescentes que no son capaces de regular sus emociones tienen mayor estrés y ansiedad y un mayor riesgo de consumir cannabis.

Consumo de cannabis durante el confinamiento

El consumo de cannabis en adolescentes ha aumentado durante el confinamiento por la COVID-19. Los contactos durante este periodo influyeron en el consumo. Podemos pensar que, al estar encerrados en sus casas, los adolescentes no podrían consumir con sus amigos. Sin embargo, la realidad ha demostrado ser bien distinta. Los adolescentes han consumido cannabis de manera individual, sí, pero también con sus amigos a través de las nuevas tecnologías.

Un estudio reciente llevado a cabo en la Universidad de León pone de manifiesto que el confinamiento domiciliario ha afectado a la salud de los adolescentes con un aumento del estrés, una dificultad en la gestión de las emociones, y un mayor riesgo de consumir cannabis. Al final del confinamiento domiciliario, los adolescentes se han sentido más estresados, y han prestado tanta atención a sus emociones que no eran capaces de comprenderlas con claridad, ni mucho menos de regularlas. Esto ha dejado a los jóvenes en una situación de riesgo respecto a la edad en la que pueden iniciar el consumo de cannabis y respecto a la frecuencia con la que lo hacen.

La educación como mejor opción

Cada vez somos más conscientes de la importancia de la salud mental en nuestras vidas. Por desgracia, hemos visto cómo el confinamiento ha repercutido negativamente en el bienestar de los adolescentes. La mala gestión de sus emociones ha motivado en muchos casos la adquisición o intensificación de conductas de riesgo, como el consumo de cannabis.

Todo ello pone de manifiesto la necesidad de aumentar la educación sanitaria de forma activa en los jóvenes. Con especial hincapié en programas de educación para la salud mental que les doten de estrategias para la correcta gestión de las emociones.

Entre sus beneficios se encuentran una mejor gestión y afrontamiento del estrés, un menor riesgo de consumir cannabis y un mayor bienestar individual.

Formando a los niños y jóvenes en el manejo de las emociones conseguiremos una sociedad más saludable, obteniendo un beneficio común a largo plazo.The Conversation

María Cristina Martínez-Fernández, Profesora de Enfermería, Universidad de León; Cristina Liebana-Presa, Profesora. Área Enfermería. Departamento de Enfermería y Fisioterapia, Universidad de León; Elena Fernández Martínez, Profesora Enfermería de Salud Mental. Grupo de investigación SALBIS, Universidad de León y José Alberto Benítez Andrades, Profesor Ayudante Doctor en el área de Ingeniería de Sistemas y Automática, Universidad de León

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.