Diez pautas para gestionar el duelo en la infancia

Diez pautas para gestionar el duelo en la infancia
Altanaka / Shutterstock

Zenaida Aguilar, UOC – Universitat Oberta de Catalunya

Como seres humanos que somos, nuestras relaciones sociales son sumamente importantes. Cuando estos lazos afectivos se pierden por la muerte de nuestros seres queridos, se desencadena un estado afectivo al que conocemos como duelo.

Si el duelo es duro para un adulto, aún resulta más difícil para un niño. Para empezar porque su sensación de seguridad se tambalea. La pérdida repentina sobre todo genera una sensación de falta de control y de seguridad que puede llegar a ser muy abrumadora. Por ello, el objetivo transversal será proveer a este niño o a esta niña de esa sensación de seguridad, ayudándole en su proceso de reestructuración.

La actual pandemia por la COVID-19 nos hace estar en continuo contacto con el duelo. No solo por la pérdida de seres queridos que mencionábamos antes, sino también de personas importantes para otros. Pero si entendemos como duelo el proceso de adaptación emocional ante cualquier “pérdida”, también podríamos considerar que vivimos el “duelo” de no ver a nuestros familiares, amigos y amigas. Incluso de no poder ir al colegio ni al trabajo, ni tampoco al parque.

Aunque las siguientes pautas están orientadas a gestionar la pérdida de un ser querido, podría adaptarse a cualquier otro tipo de duelo.

1. ¿Cuándo debemos decírselo?

Conviene comunicarlo lo antes posible. Buscar un lugar adecuado y un momento adecuado para explicar pronto, con un lenguaje fácil y sencillo, lo que ha sucedido. Mejor sin utilizar eufemismos que generan mucha confusión como “se ha ido”, “se fue al cielo”, “se ha quedado dormido para siempre»… Si es una muerte que se preveía, es mejor ir preparando al niño poco a poco y con antelación. Poder visitar al enfermo al hospital ayuda a poder procesar lo que está sucediendo y entender mejor por qué la persona que queremos no está donde suele estar.

2. ¿Pero por qué?

Conviene tener en cuenta las características individuales y de la edad que tenga el niño o la niña a la hora de explicarle lo sucedido. Adaptaremos el lenguaje, la forma de explicarlo, el momento… Por ejemplo, puede ayudarnos un cuento sobre duelo, relacionar con otras pérdidas conocidas para ellos y ellas como, por ejemplo, la muerte de un animal, de alguna planta, o quizás poner un ejemplo de una película.

Es importante que respondamos a sus preguntas por muy alocadas que sean: esto les dará seguridad. Y si desconocemos la respuesta, debemos ser capaces de admitir que no lo sabemos y que para nosotros tampoco es fácil entenderlo.

3. ¿Cómo acompañarles en su expresión?

Cada niño y niña va a tener su forma de expresión de lo que siente, es importante mostrarse atentos y ayudarles a que se den cuenta de que esa expresión de rabia quizás es dolor, es tristeza… Es consecuencia de cómo se sienten en relación a la pérdida que acaban de experimentar. Que quizás el haberse hecho pipí esta noche tiene que ver con lo que siente y no con que vuelve a ser pequeño o pequeña. Algunos no se muestran tristes y se sienten culpables por ello. No conviene juzgarles, respetando siempre sus ritmos.

En algunos críos puede surgir el miedo a perder a otras personas y otros pueden tener conductas regresivas (necesitar más atención, más contacto, succión del pulgar). Además, puede que resurja de nuevo el miedo a la oscuridad, que se muestren más irritables o que se sientan culpables, o tal vez desmotivados. Sin olvidarnos del cuerpo, ya que algunos niños y niñas pueden somatizar sintiendo dolor de barriga, de cabeza, dolor en el pecho…

4. ¿Seguimos con las rutinas?

Mantener las rutinas les aportará seguridad. Quizás podemos explicar lo que pasará de aquí en adelante, quizás algunas cosas cambien pero otras seguirán igual y esto les vendrá bien saberlo.

5. ¿Qué repercusiones está teniendo la pérdida en su vida?

Conviene estar atentos para ver si está afectando a algunas áreas de su vida. Cuando la parte emocional no está bien no podemos concentrarnos ni memorizar, nos cuesta más estar con los otros… Es importante tener en cuenta que los resultados académicos pueden verse afectados en un proceso de duelo y quizás también las relaciones con los demás.

6. ¿Debemos compartir lo que sentimos u ocultarlo?

Sin duda, no hay que tener miedo a compartir la tristeza, la rabia, la impotencia delante de los niños, siempre siendo seguros para ellos y ellas. Puede que pensemos que tenemos que proteger al niño o niña de nuestras lágrimas, o que no queremos que sufran más de la cuenta. Pero si les mostramos de vez en cuando que los adultos también lloramos por la pérdida de una persona que queremos, ayudaremos a normalizar la expresión de la tristeza de manera sana para cuando ellos sean adultos.

Si escondemos nuestras emociones y les mostramos que «todo va bien”, ellos aprenderán a congelar sus emociones y el daño puede ser mayor. Somos modelos de imitación para ellos, así que mostrando nuestras emociones les estamos enseñando a poder expresar las suyas de manera sana.

7. ¿Y si no queremos verles sufrir?

En ocasiones nos asusta ver el dolor de los otros, pero es inevitable y estará bien que podamos acogerlo y no minimizar lo que sienten. Lo importante es que noten nuestra presencia y nuestro acogimiento. Es más, conviene animarles a expresar lo que sienten. A veces se nos escapa un “no llores”, “no estés triste”, “tienes que ser valiente”, “no está bien enfadarse así”… Mensajes como estos coartan la libre expresión e impedirán el procesamiento de la pérdida. Aunque no podemos proteger a los niños/as de la muerte, sí que podemos ayudarles en su proceso de duelo, validando lo que sienten y ayudándoles a expresarlo con palabras.

8. ¿Existen las palabras mágicas?

No, pero podemos acompañar diciendo cosas como: “Entiendo que te sientas así, duele mucho perder a alguien”, “Entiendo que ahora no te apetezca hablar de ello pero podemos estar en silencio abrazándonos”, “Es terrible lo que ha pasado, cuando lo necesites puedes decirme cómo te sientes”, “No tengo palabras pero podemos compartir el silencio” , “A mi también me entran muchas ganas de llorar cuando pienso en él/ella”, etc.

9. ¿Nos despedimos para siempre?

La realidad es que nos despedimos de una parte, pero quedan recuerdos, imágenes, sensaciones… El amor es para siempre. Esas sensaciones no se olvidarán y estará bien tenerlas en cuenta y ponerle palabras. Frases como “papá murió pero siempre seguirá dentro de nuestros corazones” o “le queremos mucho y le seguiremos queriendo mucho, aunque ahora ya no lo podremos ver o abrazar”.

10. ¿Conviene realizar un ritual?

Sí. Y es importante hacerles partícipes del ritual de despedida siempre que quieran. En la medida de lo posible, es conveniente que los niños puedan asistir al tanatorio y al funeral, para así poder empezar a digerir lo que ha sucedido y empezar a elaborar el duelo adecuadamente. Si el niño no desea ver al cadáver o participar en el ritual de despedida, será necesario escuchar su deseo y respetarlo.

Es importante poderle explicar que el cuerpo del difunto no siente nada y que ya no sufre. En estos días, para muchos es imposible ir al tanatorio o al cementerio como tradicionalmente se hace, pero podemos hacer otro tipo de rituales “caseros”.

Por ejemplo podríamos buscar un lugar cómodo y tranquilo, evocar a la persona que perdimos y expresar las sensaciones que surjan. A partir de ahí, nombramos los recuerdos sobre la persona perdida, recordaremos momentos hermosos, quizás podemos dirigirnos a esta persona para expresarle lo que se nos quedó por decir, quizás queremos pedirle perdón o decirle que le perdonamos y agradecerle todo lo que nos aportó. Podemos utilizar fotos para ello, también crear una caja de recuerdos, dedicarle un dibujo o una canción. Todo vale.The Conversation

Zenaida Aguilar, Profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC y Psicóloga infantil en el Instituto Carl Rogers, UOC – Universitat Oberta de Catalunya

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.