Día del docente: logros y retos de una profesión en continuo cambio

Día del docente: logros y retos de una profesión en continuo cambio

Shutterstock / Rido

Francisco Imbernón Muñoz, Universitat de Barcelona

En España hay un poco más de tres cuartos de millón de profesores y profesoras no universitarios (concretamente, 755 242). Es un colectivo muy importante en la población activa. El Día del Docente, establecido por la UNESCO en 1994, es una perfecta ocasión para reflexionar sobre qué hacen y cómo trabajan estos cientos de miles de profesionales.

Ser profesor o profesora siempre ha sido una tarea laboriosa y difícil, aunque mucha gente no se lo crea. De hecho, una tarea difícil es ser un buen profesor o una buena profesora y enseñar bien. Aunque en el imaginario colectivo existe la idea de que se trata de un trabajo sencillo porque se trabaja con niños o adolescentes, con muchas fiestas y vacaciones y de fácil quehacer, lo cierto es que la educación de los niños siempre ha sido una tarea compleja.

Es también un trabajo paciente, si se hace bien. Se requiere paciencia para aceptar y atender la diversidad existente en una aula: diversidad en cuanto a experiencias previas y expectativas, anhelos y proyecciones, sentimientos y capacidades, que ha ido aumentando los últimos años. La sociedad se ha hecho más compleja y, por lo tanto, el trabajo del profesorado también ha asumido más cotas de complejidad (y a veces, de perplejidad).

La evolución de los valores sociales

Pero ahora hay que añadir otras cuestiones que refuerzan esa complejidad y perplejidad de las que hablábamos. Nos referimos a cambios vinculados al contexto macro y a la evolución de los valores y las concepciones sociales. Tendríamos que hablar también de cambios en el contexto de la pandemia, de la virtualidad obligatoria, del aula en la presencialidad, con todas las derivaciones curriculares y metodológicas que comportan.

Y, por último, cambios importantes en el contexto político y administrativo (gobiernos, leyes, normas..).

Como consecuencia, las exigencias al profesorado van en aumento, quizás también por la pérdida paulatina de responsabilidad de las familias en la educación y socialización de los más pequeños.

Exigencias contradictorias

Estas exigencias son también a veces contradictorias. El profesorado debe asegurar la adquisición de conocimientos sin olvidar los valores y actitudes. Ahora, de repente y sin mucha explicación, aparecen las competencias como eje estructurador del currículum, de la planificación e intervención del profesorado.

Es importante también para el profesorado aprender a manejar métodos y estrategias acordes con los nuevos enfoques de enseñanza, disponer de habilidades interpersonales para convivir con el alumnado, familias, colegas (cada vez más diversos); y tener el deseo y las habilidades suficientes para dominar las más avanzadas tecnologías de la información y la comunicación en que no ha sido formado, y el arte de saberlas integrar en el currículum y en las aulas, sin rupturas y sin convertirlas en un apéndice ocasional, anecdótico.

Las reformas educativas se van sucediendo, dejando al margen al profesorado, sin apenas considerar el modo de hacer en las aulas, y sin abordar con rigurosidad la cuestión de la profesionalización del profesorado.

Nuevas formas de enseñar

Durante la pasadas décadas se han producido cambios sociales y científicos importantes que obligan al profesorado a plantearse nuevas formas de enseñar. De una función principalmente de instrucción se ha ido pasando a una función de educación y agente social.

Han ido asumiendo mayor relevancia las cuestiones socioculturales (por ejemplo, la comunicación, el trabajo en grupo, los procesos, la elaboración conjunta de proyectos, la toma de decisiones democrática, etc.). Ha sido un cambio fundamental en la profesión de ser profesor o profesora.

Esto también comporta sus peligros, puesto que el aumento de exigencias puede comportar una intensificación del trabajo educativo (trabajar mucho y hacer muchas cosas mal) y una cierta desprofesionalización originada por una falta de delimitación clara de las funciones del profesorado, agravado por la pandemia de covid-19.

Mejoras laborales

A pesar de que hacer de profesor no ha sido nunca una profesión bien pagada, durante el siglo pasado en España se fue superando esta situación lastimosa que traía a malvivir económicamente (o a complementar la alimentación con los regalos de los discípulos). Pero estas conquistas han sido ganadas a pulso: reivindicaciones, huelgas, asociaciones, sindicados, etc. Despacio se ha ido reubicando socialmente la importancia del trabajo y su correspondencia con un salario digno, aunque aún no del todo satisfactorio por los recortes de las últimas décadas.

Al margen de las cuestiones salariales, el profesorado ha obtenido siempre el respeto de muchos padres y madres que encontraban una ayuda o un consejo. Ser maestro siempre ha sido, socialmente, una profesión digna de respeto por la sociedad, aunque no tanto, es posible, por los que gobiernan y hacen las leyes.

Estamos en el siglo XXI. Son tiempos diferentes para la educación y la profesión docente. Hoy en día, la educación se centra en el desarrollo de habilidades analíticas y de comprensión, en la resolución de problemas reales, en el desarrollo personal, en el fomento de un pensamiento crítico, etc.; y deja más de lado la instrucción en conocimientos. La relación entre el profesorado y el alumnado también ha cambiado, ahora el alumnado deja de ser un mero receptor y se convierte en parte activa del proceso de aprendizaje. Y eso necesita apoyo, mucho apoyo.The Conversation

Francisco Imbernón Muñoz, Catedrático de Pedagogía, Universitat de Barcelona

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.