Balneario de Mondariz, aguas gallegas que curan

Balneario de Mondariz siempre ha sido siempre sinónimo de salud, de encuentro y de investigación en sus tres siglos de vida. Una villa termal que defiende los intereses de todos los gallegos como propios. Hablar de Galicia es hablar de la Tierra del Agua: mar, ríos y aguas aguamineromedicinales que convierten el noroeste español en todo un destino de salud y bienestar que tiene en el termalismo una tradición centenaria que nos hace únicos. Mondariz,  un balneario que nace a mediados de los siglos XIX y principios del XX, son desde siempre el referente europeo del Salutem per Aqua, partir de las propiedades de sus manantiales. El termalismo tradicional de los “aguïstas” de la Belle Époque que trajo a Galicia a personajes como Isaac Peral, John Rockefeller II, Isabel de Borbón, el arzobispo de Westminster, Miguel Primo de Rivera o el sultán Muley Haffid y el infante Augusto de Braganza a cuidar su salud ha dado paso en el siglo XXI a toda una industria turística gallega a partir del culto al cuerpo y la necesidad de buscar la fuente de la eterna juventud.

Mondariz,. 1873, año en los que sus aguas fueron declaradas de Utilidad Pública por el Gobierno español, reconociendo sus propiedades medicinales a partir de descubrimientos casi anecdóticos. Las fuentes de Troncoso, Gándara y Sabuxans, en Mondariz que se atribuyen al sacerdote Domingo Laxe y los galenos Hermanos Peinado, es uno de los secreto mejor guardados de Galicia,  tierras que ya celtas y romanos conocían.

Agua que brota cada día de los manantiales de tres templos de la medicina natural y que se convierte en magia,  lejos de modas y campañas de marketing. Balneario gallego que lleva más de un siglo protagonizando el fenómeno termal europeo y que resurgrn ahora con valores añadidos como tratamientos a la carta, centros lúdico-termales, cosmética natural o golf.

Mondariz, la magia del agua

Mondariz, es un agua con historia que mantiene desde principios del siglo XX su propia marca de mesa y que dio origen al municipio más pequeño del país. Una villa termal que continúa hoy en activo gracias a la recuperación de su actividad y de sus edificios por parte de un grupo de empresarios liderados por el coruñés Javier Solano Rodríguez-Losada, labor reconocida por los premios Mejor Balneario de España 2005 y 2006, Mejor Alojamiento de Galicia 2007 y  Conde Nast Traveler que lo destaca como Mejor Spa de España.

La primera casa de baños fue construida en 1880 y a partir de ahí el Gran Hotel que, en 1900, rivalizó con los grandes balnearios de Baden-Baden, en Alemania, y Bath, en Londres. El nivel de los termalístas que acudían cada verano a Mondariz, llegó a convertir el Gran Hotel en un centro social, político y cultural del que dieron cuenta Emilia Pardo Bazán, José Echagaray o Galdós en sus escritos. Fiestas amenizadas por el cuarteto Bacarat, llegado cada año expresamente de París; reuniones politícas entre las que destaca la celebrada, en agosto de 1929, por el jefe del Gobierno español, Miguel Primo de Rivera, y el primer ministro de Portugal, Arthur Ivens Feraz a los que se unió posteriormente el jovencísimo John Rockefeller III, heredero de la mayor fortuna de los Estados Unidos. Una actividad que todavía hoy se mantienen con la visita de personalidades de diferentes sectores que llegan a Mondariz a disfrutar de un lugar de leyenda.

Una época de esplendor que ha dado paso a un centro moderno con un balneario a la carta, un circuito termal basado en la tradición Celta y el Palacio del Agua, un spa de 3.000 metros cuadrados de piscina interactiva y un campo de golf de 18 hoyos, así como una zona dedicada a los más pequeños, Mondariz Kids, para que ellos disfruten mientras sus padres descansa. Una gestión propia por parte de los propietarios que desarrollan varias líneas de negocio: hostelería, termal, golf y cosmética natural que acaban de lanzar al mercado con la marca Mondariz.

“Esto no es un Balneario es el palacio de las aguas. Ni en España ni en el extranjero hay nada superior….”

            Así describía el Nobel de literatura D. José de Echegaray la grandeza y suntuosidad de la perla del establecimiento balneario que fue el Gran Hotel , llamado por muchos “El Escorial Gallego” debido a la solidez de sus materiales y a su aspecto monumental

            Balneario de Mondariz, veraneos marcados por el glamour desde 1874

            El 30 de Agosto de 1893 se pone la primera piedra del que coloquialmente se llamará el edificio número 2, el Gran Hotel Balneario. Se edificó a pocos metros al suroeste de la Fuente de Gándara. Las obras fueron dirigidas por D. Genaro de la Fuente y se termina el edificio en 1897. La decoración concluyó en 1898, año en que fue inaugurado. Se trataba de una construcción sólida, artística, amplia. Tres vastos cuerpos componían el edificio: uno central y dos laterales, unidos en forma básica de gigantesca E mayúscula, abierta al frente principal.

            El cuerpo central, el mayor, se extiende de este a oeste. Su fachada principal estaba orientada al norte y abarcaba en total una longitud de 74 metros. Este cuerpo servía de unión a los dos menores, los laterales, ambos perfectamente simétricos y que discurrían de forma paralela de norte a sur. Sus fachadas miraban al este y al oeste, respectivamente y con una longitud de 50 metros cada una. Todos los cuerpos constaban de piso bajo y cuatro altos, denominados entresuelo, principal, primero y segundo, este último, abuhardillado, destinado en un primer momento al servicio del hotel. La techumbre era de pizarra y sus sólidos muros de granito procedentes de Ferres. Embellecían la fachada dinteles, jambas, archivoltas, resaltes, y apilarados también de granito.

            El cuerpo principal se pronunciaba a su mitad en otro saliente, equivalente al trazo pequeño de la “E” mayúscula, en el se hallaba, a la altura del piso abuhardillado, un reloj. Se abría en él, sobre una escalinata, el “ingreso de honor”, que daba acceso al vestíbulo y a dos galerías situadas a ambos lados, en el piso bajo, y cuya techumbre formaba, asimismo, delante del piso entresuelo dos terrazas descubiertas de idénticas proporciones. Además de este acceso central, en la fachada principal había otras dos escalinatas laterales. La de la derecha permitía el acceso exterior al comedor general y la de la izquierda, el acceso a los despachos del Director Médico y la Gerencia. Al extremo este del edificio se construyó poco antes de 1923, una ancha y descansada escalinata de granito que daba acceso principal al bosque inmediato. Subiendo al segundo tramo de las mismas y pasando sobre un pintoresco puente rústico se establecía comunicación con el piso entresuelo.

            Aunque en general los establecimientos de esta índole solían tener una arquitectura mas bien monótona y rígida que los asemejaba a conventos u hospitales, el Hotel de Mondariz con sus escalinatas, alas salientes, balaustradas, pórticos, terrazas y galerías de la planta baja y con el paseo del parque que por delante le servía de ingreso recordaba, a primera vista, por el perfil, a los grandes chateaux franceses de la época de Luis XIV.

            El interior fue decorado con igual detalle y esmero, destacando la elegancia y riqueza de los materiales. Todo el mobiliario y la ebanistería procedían de la industria española, así como el resto de los materiales empleados y la ejecución de los trabajos. Se encargaron los materiales a las más prestigiosas firmas de la época. Así los herrajes provenían de D. Pedro Echevarría, de Victoria; el mobiliario de D. Daniel López de Garayo, también de Victoria y Sánchez Puga de Vigo. Los sanitarios de los Sres. Santiago y Cía, de Madrid; los materiales decorativos de la Metalúrgica Ibérica, de Villazón y Cía y de la Fábrica de San Juan de Alcáraz. Los vidrios y la loza de Gijón, aunque esta última, también de Sevilla; los mosaicos y azulejos procedían de Barcelona y Valencia y el alumbrado eléctrico y timbres de los talleres de la Sra. Vda. De Aramburo.

            La distribución interior estaba en concordancia con la refinada suntuosidad del inmueble. En la planta baja destaca el vestíbulo, al que se accedía por la entrada principal del edificio, bajo una arcada de cristal de colores, y que ya hacía suponer al huésped la riqueza del interior. Era el vestíbulo una amplia habitación decorada con grandes espejos y cristales con una arcada que servía de marco a la puerta principal. Contaba con dos puertas laterales a través de las que se accedía al restaurante, por la parte derecha, y al salón de descanso por la de la izquierda.

            En el ala izquierda del edificio con acceso exterior por la fachada principal, se encontraban los despachos del Director Médico, del propietario, las oficinas de administración y el departamento hidroterápico, que contenía ocho cuartos independientes para los baños de agua mineral, sala de inhalaciones y pulverizaciones, duchas y baños de asiento. Las duchas móviles así como las de agua caliente y fría abundaban en todas sus variedades y aplicaciones: de lámina, de espita, de regadera, de lluvia, de alta presión, de ligera presión, etc. También disponía de un laboratorio de la Dirección Médica y un gimnasio.

            Comunicando ambas alas, discurriendo en paralelo con la fachada principal, se encontraba un pasillo para paseo o galería de planta baja, que permitía la entrada a múltiples dependencias. Estaba provista de cómodos asientos, adornada con plantas, pinturas, fotografías y grabados, lo que significaba en realidad un pequeño museo más que un adorno. Proporcionaba un espacio ajeno a los rigores atmosféricos, para solaz de los huéspedes.

            La galería acababa en su extremo oeste en una puerta de cristal giratoria que daba al comedor general. Éste ocupaba toda la extensión del ala oeste tanto en la planta baja como en el entresuelo. Junto con la escalera, constituida la obra maestra que D. Genaro de la Fuente hizo para el Gran Hotel.

            Aparte de este acceso el comedor gozaba de otro independiente al parque. Podía acomodar a más de ochocientos comensales a la vez. Su pavimento era de mosaico imitando a parquet y estaba completamente revestido de un zócalo de un metro de altura de madera de nogal tallada. A la altura de del piso entresuelo lo circundaba una galería con barandilla de nogal, ensanchada a uno y otro de sus lados menores para originar como reservados con mesas para aquellos huéspedes que deseasen mayor intimidad. En el centro de sus lados mayores, en un lado, se situaba el lugar para los músicos, en el otro había un servicio de montaplatos.

            Durante el día se podía contemplar desde sus amplios ventanales, orientados en todas las direcciones el magnífico paisaje del valle. Gozaba también de excelente iluminación por la noche, con centenares de bombillas colocadas en la barandilla superior, dispuestas en forma de rotas guirnaldas y en artísticos aparatos de bronce situados en los muros. Todos estos detalles, junto con un servicio esmerado, producían una sensación de grandiosidad, bienestar y distinción que no se encontraba en muchos más balneario de la época.

            A la izquierda del comedor, entre él y el vestíbulo, se hallaba el llamado restaurante, algo así como una cafetería, con acceso también desde la galería derecha de la fachada principal, hasta donde se prolongaban sus mesitas. De la cocina destacaba su blancura, uniformes blancos de cocineros y pinches, azulejos blancos, fuentes también blancas y encimeras de mármol. Disciplina, higiene y orden eran sus rasgos característicos. Disponía de una gran despensa, cámara frigorífica y bodega en los sótanos del edificio.

            Frente a la portería y bajo el primer rellano de la escalera principal se situaba el departamento de recreos y casino, que, aun cuando estando comunicado con todas las dependencias del hotel, se hallaba convenientemente aislado del mismo para que el ruido producido en fiestas y representaciones no molestase a los huéspedes que no participaban en ellas. Se dividía en cinco salones: uno de ellos, el salón de fiestas, que seguía en elegancia a la escalera y al comedor, medía 22 metros de largo, 13 de largo y 10 de altura, con un escenario al fondo de 8 por 11 metros. Así como el comedor general ocupaba no sólo la planta baja sino también el entresuelo. Era una estancia clara, luminosa, que recibía su luz fundamentalmente por el sur, y con una ornamentación también clara y luminosa.

            De los cuatro salones restantes, dos estaban situados en la planta baja, destinados uno a billares, y el otro, a juegos de tresillo, ajedrez, damas, etc, todos los juegos a la sazón permitidos, ya que los propietarios tenían un gran empeño en que Mondariz no se convirtiese en un Montecarlo. Los otros dos salones estaban situados justo encima de los anteriores, es decir en el piso principal y destinados a gabinete de lectura y escritura, uno para los caballeros y otro para las señoras, este con un pequeño altar para sus rezos. En ambos salones disponían los señores huéspedes de hemeroteca, con prensa nacional y extranjera, y de una amplia biblioteca.

Tres escaleras conducían a los pisos altos. De ellas, la escalera principal o escalera de honor,  merece especial mención al ser la obra maestra del Hotel . Situada en el centro del edificio, su inicio lo formaba a cada lado del primer escalón un monstruo alado, mezcla de dragón y esfinge, en bronce, que soportaba una historiada columna del mismo metal, coronada por un globo de luz blanca; tenía balaustrada de bronce oxidado y pasamanos de nogal. No se parecía a ninguna de las corrientes, solamente imaginando dos amplias escaleras de caracol unidas por bastas mesetas poligonales podemos hacernos una idea de su disposición. Parecía que los rellanos estaban suspendidos en el espacio al no poder adivinarse a simple vista su punto de apoyo.

            El entresuelo, encima de la planta baja, estaba fundamentalmente destinado a  habitaciones (excepto el espacio ocupado por la zona superior del comedor general y el salón de fiestas). Por el extremo este de su corredor central existía un acceso directo al bosque inmediato. En la fachada principal se abrían dos amplias terrazas cubiertas.

El piso principal estaba destinado casi en su totalidad a habitaciones. Lo mas destacado en esta planta era el salón de honor (la suite del hotel), inaugurado en 1.899, un año más tarde que el resto. Era la habitación mas lujosa del hotel en cuanto a decoración y estructura y también la de mejor orientación, según el gusto de la época, ocupando justo el centro norte. Con sus ventanas dispuestas a la fachada principal. Se componía de dos dormitorios, cuarto de baño completo y guardarropa. En este piso y en el entresuelo estaban las habitaciones de primera categoría, de mayor capacidad y rigidez de mobiliario.

            El piso intermedio se hallaban las habitaciones de categoría intermedia, de menos lujos. El segundo piso, abuhardillado, dedicado a vivienda del servicio en un principio, fue posteriormente también alojamiento, con habitaciones de menor categoría.

            Los cuatro pisos del Gran Hotel destinados a hospedaje, todos excepto el bajo, reunían un total aproximado de 188 habitaciones con 277 camas, había habitaciones de una, dos, tres y cuatro camas, con capacidad para unos 500 huéspedes. En todos los pisos había habitaciones exteriores e interiores, y algunas con sala. Todas las habitaciones estaban confortablemente amuebladas, recibían luz natural directa de día y durante la noche alumbrado eléctrico, tenían pavimento bien ensamblado y pulido con cera de trementina y tanto paredes como techos estaban revestidos de estuco sin aristas ni salientes que formasen polvo. Se diferenciaban, sin embargo, en tres categorías según su capacidad y lujo en el decorado, y según fuesen interiores o exteriores. Sólo disponía de baño o inodoro el Salón de Honor en el piso principal, aunque todas las plantas tenían numerosos inodoros y “baños higiénicos”.

            En cada una de las plantas había teléfonos para comunicar entre sí y con la administración, bombas y mangas de riego para incendios y agua potable abundante. Todas las habitaciones disponían de un timbre para avisar al servicio.

            Destacaba el sistema de desagües. La red de alcantarillas poseía múltiples sifones que impedían el mal olor en todo el edificio, ya que aislaban cada uno de los cuarenta W.C. instalados en el hotel. Las cinco cañerías principales y las tres secundarias desembocaban en la fundamental, que salía a una distancia conveniente del establecimiento. Las dos mil quinientas bombillas instaladas en su interior eran alimentadas por dos potentes dinamos situadas en la llamada casa de máquinas, fuera del edificio en un pabellón independiente.

            Sin lugar a dudas, el Gran Hotel fue el edificio más destacado del Establecimiento y uno de los mejores del mundo en su clase.

            Con tales instalaciones no es de extrañar que un bello paraje como este se convirtiera en uno de los lugares más relevantes de la vida española de finales del S.XIX y principios del S.XX, en un compacto eslabón de esa cadena de Establecimientos-Balnearios europeos con nombre propio y del que Mondariz con justicia se gloria. Por estos espacios, que cuentan con el don de unas aguas únicas y saludables, han pasado los más diversos personajes, que quisieron ver en estas tierras un verdadero paraíso. Altos dignatarios de la Iglesia católica, miembros de la nobleza, altos grados militares, políticos, literatos, pintores, escultores, músicos,… todos ellos buscaron, y todavía buscan, en sus aguas, el remedio a sus posibles males.