ARAGÓN CON MAYÚSCULAS: de la A de Albarracín a la Z de Zaragoza

Las letras mayúsculas del abecedario se quedan cortas para enumerar las ciudades y pueblos de Aragón que tienen mucho que ofrecer: Albarracín, Borja, Canfranc, Daroca… pero también las minúsculas para describir los encantos de lugares, gentes y ambientes: amabilidad, belleza, confianza, diversión… Un recorrido por Aragón se queda corto a la fuerza, hay que ver lo más posible y, sobre todo, hay que volver. En esta tierra noble y amistosa, donde ha tenido lugar el Congreso Nacional de FEPET (Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo) hay cientos de sitios que visitar y descubrir, porque algunos de ellos han mantenido su encanto como un tesoro, como un secreto. Aquí proponemos diez lugares imprescindibles para tener una visión de esta tierra encantadora… Y se nos quedan muchas letras fuera.

Albarracín, la piedra roja
A primera vista podría ser un cuento medieval o un espejismo romántico diseñado por un artista amante de las buenas proporciones y el diseño homogéneo, en el que el conjunto de sus casas se arropa bajo las murallas y el farallón de las montañas y se asoma al abismo roquedo. Sus tonos en todas la gama del sepia contratan con el gris y el verde que aportan los pinos y enebros de la serranía. Su entramado urbano está lleno de recovecos y encanto con escalinatas, pasadizos, y aleros que casi se tocan. Puertas y artísticos llamadores, pequeñas ventanas con visillos de encaje, balcones de forja y madera forman un conjunto armónico. El deterioro, que parecía irremediable hace 20 o 30 años, ha sido detenido gracias a los esfuerzos de la Fundación Santa María de Albarracín, formada por el Gobierno de Aragón, el Obispado, Ibercaja y el Ayuntamiento, que tiene como objetivo la restauración todos los edificios del lugar. Destacan las calles empinadas, entre las que se encuentra la plaza Mayor. En ella está el ayuntamiento, desde el que se abre un impresionante mirador sobre el río Guadalaviar. La actual catedral de El Salvador, adosada al antiguo Palacio Episcopal, fue construida en el siglo XVI. En el Museo Diocesano, ubicado en el Palacio se expone una valiosa colección de tapices flamencos. Albarracín fue declarado Conjunto Histórico-Artístico desde 1961, forma parte de los Pueblos más Bonitos de España y está propuesta a la UNESCO para ser declarada Patrimonio de la Humanidad.

Canfranc, una estación con mucha historia
Paso clandestino de judíos que huían de los nazis, nazis que negociaban el paso de wolframio para sus tanques y bombas, oro robado que cruzaba camino de oscuros destinos, historias de amor y de odio… hoy es apenas un bello lugar casi olvidado por el que pasan esquiadores, camino de Astún y Candanchú y peregrinos hacia Santiago. La estación de Canfranc, a los pies de los Pirineos se proyectó cuando a mediados del siglo XIX surge la idea de unir Francia y España a través de una línea de ferrocarril. Tras varios años en construcción, el proyecto se materializa con la inauguración de la línea y la Estación Internacional de Canfranc en 1928. Desde entonces, el emblemático edificio que sigue modelos de la arquitectura palacial francesa del siglo XIX, declarado Bien de Interés Cultural, ha vivido épocas de gran relevancia y grandes protagonistas han influido en su historia. Hoy está muy avanzado el proyecto para la reapertura de la línea internacional del Canfranc y está entre los proyectos seleccionados para recibir financiación europea con cargo a los Fondos del Mecanismo «Conectar Europa». El proyecto para reconvertir la antigua estación y sus alrededores en lugar de Congresos, alojamientos, exposiciones… uno de los empeños más queridos del Consejero de Turismo, José Luis Soros, prevé una inversión de más de 15 millones de euros, de los cuales Europa financiaría el 50%, y con el que se busca realizar los estudios previos y los proyectos constructivos para la reapertura de la línea del Canfranc en su conjunto de manera que, en 2020, estuviese todo listo para poder licitar y llevar a cabo las obras.

Huesca, puerta de entrada a la nieve
Aragón es el mejor destino de nieve en España. Así lo avalan los más de 1.500.000 de esquiadores que la visitaron la última temporada. Aragón tiene seis estaciones para la práctica del esquí alpino, el snow y un sinfín de actividades: las del grupo Aramón (Cerler, Formigal-Panticosa, Javalambre y Valdelinares) y las estaciones de Astún y Candanchú. Son verdaderos parques de ocio en torno a la montaña invernal con cientos de posibilidades para la práctica del deporte y la diversión. Y Huesca es la puerta de entrada para todas ellas, aunque también la provincia de Teruel es un sitio único para la práctica y el disfrute de los deportes y las actividades en nieve. A la proximidad de Huesca a los Pirineos se une su carácter monumental y de servicios. Protagonista de una historia de más de dos mil años de antigüedad, el Coso, límite de las antiguas murallas medievales, marca un interesante entramado urbano. Su casco antiguo está dominado por dos joyas arquitectónicas: la catedral gótica y la iglesia de San Pedro el Viejo, románica. El ayuntamiento renacentista, restos de murallas, palacios, numerosas iglesias, el casino modernista, el parque municipal, los museos de Huesca y Diocesano y la sede del CDAN-Fundación José Beulas son parte de una gran oferta cultural a lo largo de todo el año.

Jaca, animada en cualquier época
Ya sea invierno o verano, primavera u otoño, Jaca, conocida como “la perla del Pirineo”, es una ciudad llena de vida, con calles plagadas de tiendas, bares y restaurantes. Pero también la ciudad más animada del Pirineo. A su cercanía a los centros invernales de Astún y Candanchú se añade un entorno de gran belleza paisajística y un rico patrimonio monumental del que sobresale su catedral románica. Fue una de las primeras de este estilo construidas en la península, a finales del siglo XI. Nació ligada al nuevo reino de Aragón y al Camino de Santiago, convirtiéndose en templo de referencia. Su influencia se aprecia en la reproducción del característico crismón trinitario de su portada principal o el famoso ajedrezado jaqués. Su extraordinario Museo Diocesano exhibe una de las mejores colecciones de pintura y escultura medieval del mundo. Su casco antiguo acoge otros muchos edificios de interés como la Ciudadela, cuyos orígenes se remontan a finales del siglo XVI, y que alberga el Museo de Miniaturas Militares; el Ayuntamiento renacentista o iglesias como la de Santiago, del Carmen o San Salvador y San Ginés, con el sarcófago de la infanta Doña Sancha, auténtica joya de la escultura románica. Al ser ciudad de paso de peregrinos, se puede seguir la primera etapa del Camino de Santiago que va de Candanchú a Jaca, así como la segunda etapa jacobea que discurre entre Jaca y Arrés. Como en todo Aragón, la gastronomía es extraordinaria, pero aquí destaca su exquisita repostería, donde destacan Los lazos –un dulce bocado de hojaldre y yema-, la trenza de Huesca –hecha con hojaldre y frutos secos–, los típicos dobladillos –un bollo doblado sobre sí mismo y relleno de miel y canela–, o el empanadico –fina empanada rellena de calabaza o manzana–.

Maestrazgo, paisaje inhabitado
Con apenas 3.700 habitantes que se dispersan en este hoy despoblado territorio pero que fue próspero y habitado, el Maestrazgo es depositario de un notable legado histórico y de un rico patrimonio arquitectónico y cultural que le confiere identidad propia. Una tierra dominada por la naturaleza más abrupta y salvaje, donde el tiempo transcurre con calma. Buen ejemplo de ello es Mirambel, premio “Europa Nostra” por la restauración de su casco y Bien de Interés Cultural. De recia personalidad forjada a lo largo de siglos de historia, las montañas del Maestrazgo han sido en el correr de los tiempos puente entre Aragón, Valencia y Cataluña, abierta tanto hacia el interior turolense como hacia el Mediterráneo, lo que ha caracterizado su evolución histórica y ha enriquecido su acervo cultural. Los pueblos y villas del Maestrazgo se encaraman en un terreno de agreste orografía, donde se suceden sierras vigorosas y escabrosos barrancos, recias muelas y vegas estrechas y feraces, en su mayor parte surcadas por la red fluvial del Guadalope y sus afluentes. Sus extensos pinares, pastizales montanos, sobrias parameras, estrechas riberas y desnudos paredones rocosos conforman un amplio abanico de espacios naturales de gran valor ecológico y paisajístico. La relación con esta naturaleza bravía y montaraz ha marcado así mismo la idiosincrasia de sus habitantes, de carácter austero, pero de talante afable y cordial, que hoy miran con confianza a su futuro conscientes de su valioso patrimonio natural y de su legado histórico-cultural.

Ordesa y Monte Perdido, lo que no hay que perderse
Hasta que no se conoce este lugar, no se sabe lo que es de verdad el Pirineo. Declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido incluye un conjunto de cuatro valles (Ordesa, Añisclo, Escuaín y Pineta) que se extienden como brazos alrededor del Monte Perdido, el macizo calcáreo más alto de Europa. El valle de Ordesa es el alma del parque. Recorrer sus senderos, fundiéndote con el entorno, es una experiencia que se quedará en el recuerdo para siempre. Cualquier época del año presenta sus matices diferentes, no hay que perderse maravillas como el Tozal del Mallo, la Cascada del Estrecho, las Gradas de Soaso y el Bosque de las Hayas. Son infinitas las excursiones y ascensiones que se pueden realizar en este valle. El camino que lleva hasta la cascada de la Cola de Caballo es todo un clásico, ya que a su belleza se añade una facilidad que la hace apta para todos los públicos. Buitres, águilas, quebrantahuesos, sarrios y marmotas conviven en tupidos bosques de hayas y pinos; ríos e ibones transparentes, altas praderas de montaña y roquedos vertiginosos. A la entrada del valle se emplaza Torla, un encantador pueblo típicamente pirenaico que proporciona al visitante del parque nacional todos los servicios necesarios para que disfrute de su estancia.

San Juan de la Peña al abrigo de la roca
En pleno Pirineo Aragonés se encuentra el espectacular espacio del Paisaje Protegido de San Juan de la Peña y Monte Oroel, y entre sus elementos más sobresalientes descuella el Monasterio Viejo de San Juan de la Peña, joya de la época medieval, obra maestra del románico que se funde con un sorprendente paisaje, bajo el cobijo de una inmensa roca. Las edificaciones conservadas, tan sólo una parte de las que existieron, son excelentes testimonios de las sucesivas formas artísticas en las diversas épocas en que este singular centro tuvo vida. Destacan especialmente los siglos del románico (XI al XIII) con notabilísimas muestras de arquitectura, pintura y sobre todo de la escultura. El conjunto histórico-artístico de San Juan de la Peña se completa con el Monasterio Nuevo, del siglo XVII, y con las iglesias de San Caprasio y de Santa María en la cercana localidad de Santa Cruz de la Serós, ambas también del periodo románico. Todos estos componentes, de enorme atractivo por sí mismos, han sido mejorados hoy en día con los nuevos y modernos Centros de Interpretación del Reino de Aragón y del Monasterio de San Juan de la Peña, espacios arquitectónicos revitalizados en el siglo XXI, que conviven en perfecta armonía con los monumentos de San Juan de la Peña.

Teruel: mudéjar, modernista y amante
Del mismo modo que la serena escultura de los amantes acerca sus manos sin tocarse, el mudéjar de Teruel fusiona, manteniendo sus características, el arte musulmán y el cristiano creando un estilo genuino, reflejo de la convivencia de culturas. Y el de Teruel, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, representa el mejor conjunto mudéjar del mundo. Paseando por su casco urbano, se pueden contemplar las torres de San Martín, El Salvador y San Pedro, tan hermosas como la torre de la catedral de Santa María. Entrar para admirar su impresionante techumbre de madera –considerada por muchos la ‘Capilla Sixtina’ del mudéjar– justifica por sí sola la visita.
Pero no todo es medieval en Teruel. El Acueducto de los Arcos está considerado como una de las obras de ingeniería más relevantes del Renacimiento español. También se puede disfrutar del Modernismo en diversos edificios de la emblemática plaza del Torico. Muy cerca reposan los restos de los Amantes de Teruel cuya trágica y romántica historia se recrea en febrero en una singular fiesta: las Bodas de Isabel. Para divertirte en familia, qué mejor opción que Dinópolis. Un parque temático en torno a los seres más extraordinarios que han habitado el planeta que hace las delicias de grandes y pequeños.

Vino de Cariñena, y mucho más
Cariñena está situada en el comienzo del famoso paseo del Vino y también llamado del Centenario. El recorrido puede comenzar en el Portal del Centenario, lugar de referencia para Cariñena, ya que en 1909 Alfonso XIII otorgó el título de Ciudad a Cariñena, por su importancia histórica y su lucha contra la plaga de la filoxera que azotó al viñedo europeo. Con motivo de conmemorar esta efeméride se erigió esta obra del escultor aragonés Florencio de Pedro. Este es un buen lugar para conocer la historia de la Denominación de Origen y de la localidad y el territorio desde época romana. Luego se puede seguir hasta el Torreón de las Monjas y la Capilla de Santiago. Hay que dedicar un tiempo a la Plaza España de Cariñena, el lugar de referencia de Cariñena y una de las plazas más famosas de Aragón. Aquí se puede visitar la Casa Consistorial de estilo renacentista aragonés y la Fuente de la Mora que durante la Fiesta de la Vendimia deja de manar agua para dar paso al vino; tradición vinculada con la visita de Felipe II a Cariñena en 1585.

Zaragoza, punto de encuentro
La capital de la región de Aragón está situada a orillas del río Ebro, a medio camino entre Madrid y Barcelona. Son muchos los motivos para conocer esta urbe abierta y hospitalaria. Los 2.000 años de historia de la ciudad han dejado un impresionante legado monumental en sus calles, ya que romanos, musulmanes, judíos y cristianos dejaron su huella en este lugar: ruinas de la civilización romana como el Circo; el Palacio de la Aljafería; iglesias de estilo mudéjar, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; joyas del barroco como la basílica del Pilar; la obra del genial Francisco de Goya… Y también, el moderno recinto de la Expo 2008. Teatros, cines, exposiciones, conciertos, festivales, ferias… En Zaragoza aguarda una agenda espectacular durante todo el año. La vida cultural es intensa. Pasear por Zaragoza es toda una tradición y un lujo al alcance de todos. Solo hay que vestirse con ropa cómoda y recorrer sus calles, porque la ciudad, de distancias relativamente cortas, es una continua invitación al paseo gracias a sus bulevares, avenidas y zonas peatonales. Es, además, la mejor manera de admirar su patrimonio monumental.

Para más información:
www.turismodearagon.com/es/

Texto: Enrique Sancho
Fotos: Carmen Cespedosa

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